José de la
Trinidad y Rosalino Paredes Rondón
De la docena de hijos que hubo en el
matrimonio entre José de la Trinidad Paredes Santiago y María del Carmen
Rondón, José de la Trinidad, mejor conocido como Trinito y Rosalino fueron los
que le dieron continuidad al ímpetu político y guerrero de su padre. Siempre,
al igual que él, se arroparon bajo el partido de los godos o ponchos y
fueron fieles conmilitones de los Araujo de Trujillo.
José de la Trinidad fue bautizado el 27 de
marzo de 1875 en la iglesia Santísima de Trinidad de Pueblo Llano y Rosalino el
15 de septiembre de 1876. Eran casi de una misma edad y fueron creciendo en el
ambiente que les tocó vivir, entre peonadas, convites e incursiones militares
de un partido u otro, que dejaban todo arrasado y desolado cuando entraban a
estos pueblos.
Se formaron como agricultores y guerreros
bajo la sombra de su padre y su lema era mandar y no ser mandados. Ya eran
hombres maduros, casi frisando los cuarenta, cuando les tocó vivir en carne
propia la última arremetida del gobierno de Gómez contra el viejo caudillismo,
que sentenció su desaparición definitiva.
La astucia del general de la Mulera no se
hizo esperar para intervenir entre las familias que venían gobernando al estado
Trujillo desde el siglo XIX, Araujo y Baptista, que eran hijos de un mismo
padre y de madres diferentes, pero hermanas entre sí, se disputaban palmo a
palmo el mando y las posesiones en ese estado andino. Las intenciones del
dictador era alentar las rivalidades y enemistades entre estas familias poniendo
en práctica la máxima: divide y vencerás. Para tal efecto utiliza al abogado
Victoriano Márquez Bustillos quien desde Caracas azuza la división.
Rosalino Paredes Rondón
A principios de 1913 se dan los primeros
frutos de aquella conducta maquiavélica: el General Juan Bautista Araujo se
levanta en armas en la población de Jajó contra el gobierno del General Víctor
Manuel Baptista. Del lado del presidente del estado se coloca el general
Federico Araujo y otros jefes del mismo apellido. El general Federico Araujo
vivía en el pueblo de La Quebrada, estado Trujillo y su hermano el general Juan
Araujo en Jajó, del mismo estado, ambos procedieron a organizarse militarmente
en los municipios Jajó, La Mesa y La Puerta, allegando elementos de dentro y
fuera del estado Trujillo e invitando amigos de los otros distritos a concurrir
a la rebelión …allí estaba con él el conocido Ercilio Rivas, Sandalio
Rus, los Burelli, los Miliani que asesinaron a Abraham Araujo, Trino
Paredes de Pueblo Llano, Florencio Espinoza prófugo de los tribunales de
Mérida y demás individuos de esa calaña.... refiere Roberto Vetencourt en
su libro Tiempo de Caudillos, que como podemos leer no comulgaba con los
Araujo.
Mientras tanto, el General Gómez envía por la
ruta Maracaibo-Motatán un ejército al mando del tachirense General José María
García, con el objeto de pacificar el Estado. Para dar bienvenida al jefe
expedicionario, acuden a la Estación de Motatán el General Víctor Manuel
Baptista y sus principales oficiales. Empieza a languidecer el caudillismo
trujillano. El General, como comandante de Armas, procede a cumplir instrucciones
del Presidente Gómez, desarmando la tropa que comandaba el general Víctor
Manuel Baptista y sus oficiales. Cumplida esta primera etapa, inicia contactos,
mediante emisarios con el general Juan Bautista Araujo y logra que éste
descienda de los páramos hasta Valera y entregue las armas de que dispone.
Continúa por breve tiempo al frente de la presidencia del Estado el general
Baptista y el general Juan Araujo se retira a sus posesiones; pero el coronel
Trino Paredes y su hermano Rosalino, no descansan de sus guerritas como
veremos enseguida.
José de la Trunidad Paredes Rondón
En Mérida era Presidente Provisional del
estado el General Amador Uzcátegui y le tocó hacerle frente a la rebelión del
General Golfredo Massini. Era éste un veterano soldado de la Restauración y
próspero hombre de negocios, muy apreciado en la ciudad. Nacido en la isla de
Elba (Italia) en 1878, llegó a Escagüey de tres años de edad. Todavía joven,
participó en acciones guerreras (como las de La Victoria y Ciudad Bolívar) y
sirvió a Castro y luego a Gómez en diversos destinos. Pero estuvo en desacuerdo
con las intensiones continuistas de éste, en 1913 regresó a Mérida. El 12 de
marzo de 1914 se levantó contra Gómez. Se internó en los páramos merideños para
burlar la persecución permanente del gobierno estadal. El 12 de junio de ese
mismo año el Presidente del Estado Mérida Amador Uzcátegui informa a Gómez que
los Burelli y los Paredes de Pueblo Llano habían tratado de unirse a Massini.
En su persecución envió al General Olegario Salas, quien se estacionó en
Timotes con tropas gubernamentales. Llegó a Pueblo Llano un ejército de unos
300 hombres en búsqueda de los correligionarios de los Paredes ahora alzados en
armas contra Gómez.
Venían por el camino de Timotes, unos a pie y
otros a caballo, desde lejos se veían brillar sus armas cuando bajaban por el
camino del Agua Regada, era una fila interminable. Al llegaron al pueblo
comenzaron a saquear casa por casa, el terror y el miedo se apoderó de la
gente, los soldados amenazaron con quemarlo todo en caso de que la gente no
delatara el sitio donde se encontraba los alzados. Entraron a la casa de los
Paredes (donde posteriormente tuvo su taller de talabartería el señor Jesús
María Matheus) allí ellos tenían una pulpería, les sacaron todos los enseres
para la calle, los barriles de chicha y los de miche que utilizaban para la
venta y para darle a sus peones-soldados, los derramaron en la mitad de la
calle, el aguardiente y la chica bajaban espumosos, como una quebrada de aguas
espirituosas.
Después de amenazar y golpear a mujeres y
niños, alguien confesó que Blas Meza sabía el escondite de los alzados y lo
tomaron como rehén. Bajaron por el camino de Santa Filomena, para luego
comenzar a escalar el empinado cerro de Los Granates, el camino estaba tupido
de árboles gigantes, había trechos donde tenían que andar a gatas. Mientras los
soldados subían a duras penas por aquel camino intrincado, Blas Meza logró
adelantarse unos cuantos metros para hacerles una seña a los fugitivos, éstos
que se encontraban en la cumbre del cerro, inmediatamente levantaron el
campamento y siguieron huyendo monte adentro, pero dejaron apostado a Nicanor
Paredes para que les cubriera la retirada. Comenzó el tiroteo de trescientos
contra uno, al poco rato los soldaos se dieron cuenta que solo era uno el que
disparaba, rodearon el árbol desde donde se encontraba atrincherado y lo
mataron por la espalda. Mientras tanto, los demás lograron huir. Además de
Trino y Rosalino Paredes estaban Anastacio Rondón, Juan Rondón (Cenizo),… en
total era un poco más de una docena de hombres. La búsqueda fue infructuosa
aquel manojo de alzados se los había tragado la selva, para descargar la rabia
por el fracaso bajaron arrastrando el cuerpo inerte de Nicanor.
El ejército regresó al pueblo e intensificó
los saqueos, apresó a todo el que pudo, especialmente a aquellos que tuvieron
algún parentesco con la familia Paredes. Después de varios desmanes tuvieron
que irse sin cumplir con su cometido.
El pueblo entero fue decretado enemigo de
Gómez, en cualquier momento podía regresar el ejército a continuar con sus
atropellos. Mientras tanto los Paredes, con su pequeño ejército lograron
internarse monte adentro por algunos días, cuando presintieron que había cesado
un poco la persecución entraron clandestinamente a la población de Altamira, en
el estado Barinas. Llegaron a la casa de Antonio Nicolás Briceño, quien los
acogió con gran cariño y los mantuvo ocultos por un gran tiempo. Se creó una
cadena de información entre los que habían podido huir y los que estaban
ocultos en el pueblo. Se dio la orden para que enterraran más de 1.000 máuseres
en la montaña de Masirey para cuando se volviera a presentar la oportunidad de
pelear.
Uno de los hermanos Paredes tuvo un pequeño
disgusto con una de las mujeres que le preparaba los alimentos en el refugio de
Altamira y ésta los delató. De Barinas subió una tropa para apresarlos, los
soldados del ejército llanero sabían lo temibles que eran los soldados del
“León de la Cordillera”, venían temerosos de que se les presentaran combate,
pero los Paredes, luego de reflexionar por algunos momentos decidieron
entregarse.
El 30 de julio de 1916, el Presidente del
estado Mérida, Amador Uzcátegui G., escribe al General Juan Vicente Gómez sobre
los alzados de Pueblo Llano: …Conforme a
las órdenes de usted, he dejado aquí (en la Cárcel Pública de Mérida) preso a
Trino Paredes y a los otros individuos de Pueblo Llano a quienes detuve para
descubrir el paradero de las armas de paredes. Yo creo, General, que Paredes ha
obrado de mala fe para malponer a los otros, especialmente a Crescencio Valero,
que es amigo nuestro y ha venido sirviendo bien al Gobierno y persiguió
activamente a Paredes, por ser éste enemigo. Este individuo como le dije a
usted, es un elemento pernicioso y muy avezado a la maldad. Ahora, precisamente,
se ocupa la Autoridad Judicial en el esclarecimiento de un asesinato cometido
en días pasados en Pueblo Llano, y en el cual, según me han informado, está
complicado Paredes. Si resultare probado así, lo pondré a disposición de los
Tribunales de Justicia…
Como
vemos, el destino de aquellos hombres no fue otro que la cárcel y la tortura,
unos fueron llevados al cuartel San Carlos y otros el castillo de Puerto
Cabello. Las cárceles se llenaron de presos, algunos dejaron sus vidas en las
húmedas mazmorras carcelerías, otros con sus grillos a cuestas fueron llevados
a construir caminos. Allí permanecieron 10 años, hasta que el Ministro
Francisco Baptista Galindo obtuvo la amnistía de los presos políticos en 1925.
Con la derrota de los Paredes, la
huída de los Burelli y la caída de Massini terminó la última insurrección
armada en territorio merideño. Al
morir el General Gómez en 1935, se introduce una demanda contra sus bienes
por todos aquellos que sufrieron persecuciones o torturas durante su mandato.
En 1939, dos de las hermanas de Trinito, María Eladia y Rafaela Olimpia Paredes
Rondón, reciben del gobierno de López Contreras la suma de 397, 62 bolívares
que les correspondía por herencia de su hermano fallecido, una vez ganada
la demanda.
Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio
Pueblo Llano