miércoles, 16 de marzo de 2022

Manifestaciones Colectivas

 

La quiebra de la olla.

 

 Las actuales fiestas de carnaval tienen origen remoto,  algunos estudiosos la ubican en las celebraciones griegas en honor al dios Dionisio, que mas tarde fueron asumidas por los romanos al venerar a Baco, dios del vino. Posteriormente, el cristianismo buscó combatir el desenfreno típico de estas festividades carnestolendas asociándolas a los  días previos a la Cuaresma. Con el transcurrir del tiempo, las celebraciones se fueron realizando por toda Europa hasta llegar a América, a través de España.

En Pueblo Llano, al igual que en otras comunidades andinas, donde algunas costumbres españolas traídas por los conquistadores se mantuvieron intactas durante siglos, se celebraban con mucho entusiasmo estas fiestas, por lo menos hasta comienzos del siglo XX. Aunque es necesario acotar que las mismas no se conocían exactamente con el nombre de carnaval, pues aquí se le denominaba “la quiebra de la olla”, además había dos momentos para su realización, antes de comenzar la Cuaresma y después de Semana Santa.

La fiesta en cuestión consistía en lo siguiente: en los días que precedían al miércoles de ceniza, era costumbre celebrar en algunas viviendas, especialmente en los campos, grandes bailes y comilonas. El motivo de la misma era para darle rienda suelta a los placeres mundanos antes de entrar en una etapa de sumo recogimiento donde las prohibiciones que imponía la Iglesia eran muy estrictas.

Así, en la época de cuaresma estaba prohibido comer carne, realizar fiestas, tener relaciones sexuales, pisar fuerte, cortar leña, entre otras. Se comentaba que, por esos días el demonio estaba suelto y era fácil ser tentado por él, por lo que había que andar con mucha precaución. También eran los días en que, según la creencia popular, aparecían las ánimas en pena como la Llorona, la Sayona y otros seres que hubiesen dejado una deuda pendiente antes de morir. Pero, las restricciones se acentuaban mucho más con la llegada de la Semana Santa, pues, además de las anteriores, también se prohibía bañarse en un río por la creencia de poder transformarse en pez. En estos días tampoco se solía pisar fuerte, discutir acaloradamente, golpear, trabajar, escupir en el suelo, etc., porque, con estas actitudes, decían, se estaba ofendiendo al Señor quien padecía el martirio de la crucifixión.

Al culminar la Semana Santa se eliminaban todas las restricciones anteriores, y para celebrar este acontecimiento se volvía a realizar los bailes y las comilonas mencionadas. Entre las comidas preferidas para el momento estaba el curruchete, el cual era preparado en una olla de barro o arcilla, utensilio muy común en aquella época.

Cuando la gente estaba muy animada por los efectos del alcohol, las riñas no se hacían esperar, los golpes iban y venían y la olla del banquete volaba por los aires partiéndose luego en mil pedazos. Quizás esta fue la causa que dio origen al nombre de tan pintoresca celebración denominada la “quiebra de la olla”.

Como ya se indicó, esta última fiesta marcaba también el final de las abstinencias impuestas, entre las que estaban incluidas las relaciones sexuales, acto que se podía realizar a partir de esa fecha con toda normalidad, sin caer en el pecado.

Con el transcurso del tiempo, estas celebraciones que generalmente terminaban en riñas y enemistades se fueron eliminando, solo quedó en la mente de la gente el recuerdo picaresco de “quebrar la olla” como el hecho de romper la abstinencia sexual mantenida durante más de cuarenta días.

Rafael Ramón Santiago.

Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano.