martes, 29 de junio de 2021

Manifestaciones Colectivas: Juegos Infantiles (Primera Parte).



 

Juegos Tradicionales (Primera Parte).

 

            Con el avance tecnológico de hoy en día es muy difícil que se pueda regresar a los juegos que entretenían a los niños en el pasado, particularmente los párvulos de esta zona del páramo merideño. Sin embargo, es bueno recordar algunos de ellos para que sirvan de contraste con los que se practican en la actualidad como la manipulación de aparatos electrónicos, donde el ejercicio físico y la socialización no cuentan para nada. Nos ubicamos en la segunda mitad del siglo XX, en especial en los años 60, cuando pudimos presenciar y ejecutar algunos de los juegos que iremos refiriendo.

Caballos de carruzo. Era una forma que tenían los niños de imitar a los adultos en la manera de transportarse, pues en la época que estamos citando todavía se observaban muchos jinetes por las calles, además de observar a los rancheros de las películas mexicanas. Cada niño soñaba con tener su cabalgadura y sus deseos e imaginación se concretaban al cortar un carruzo acorde con el tamaño del jinete, le colocaban una cabuya en una de las puntas a manera de riendas y ya montado a horcajadas sobre el “animal” la otra punta iba arrastrando por el suelo levantando una gran polvareda. En ese “transporte” se conducían los chiquillos hasta las bodegas para hacer los mandados. Además, era común observar grupos de estos “jinetes” corriendo por las calles desoladas, compitiendo o jugando a los bandidos. No faltaba quien llenaba de adornos adicionales y le colocaba un nombre a su cabalgadura.

La cebolla. Este era un juego de grupo. Uno de los niños abrazaba fuerte un pilar de la casa, un poste de la luz o  un árbol. Se colocaba en cuclillas, luego, llegaba otro niño y se entablaba el siguiente diálogo:

--¿Tiene cebolla (cebollín)?

El que estaba agarrado del objeto respondía:

---Sí.

--- ¿A qué precio?

--- A tanto (valor del cebollín para ese momento).

---Voy a llevar un kilo.

---Está bien, arránquela usted mismo.

            El comprador halaba al otro niño por la cintura y tiraba con fuerza para tratar de que se soltara del objeto que estaba agarrado, si no podía hacerlo, entonces se colocaba detrás de él y lo tomaba de la cintura con las dos manos, tal como estaba haciendo el otro con el poste. Luego venía el siguiente niño y entablaba el mismo diálogo y halaba al segundo, de no lograr que se zafaran se colocaba detrás de éste, el juego continuaba hasta que llegaba alguien que después de halar pudiese “romper” uno de los eslabones de la cadena formada, entonces éste se declaraba ganador.

Trompo. Además de la famosa Troya de Mutús que se relatará en otro momento, para los días cercanos a la Semana Santa se “picaban” (realizaban) troyas a cada momento donde los perdedores tenían que pagar con “quinies” su derrota, esto consistía en dejarse golpear el trompo de madera con la punta de los trompos de los ganadores. En muchas oportunidades el trompo del perdedor quedaba lleno de huecos o se partía en dos y esta última era la peor forma de perder.

            Pero, el trompo también era utilizado para otra competencia denominada “sacar plata”: se colocaban monedas en una raya trazada en el piso, separada unos tres metros de otra paralela a ella; luego, se bailaba el trompo, mientras estaba girando se tomaba con una mano y se lanzaba varias veces sobre cada moneda, la punta la iba desplazando y cuando ya estaba por “apagarse” (terminar de girar) se golpeaba el disco con la parte superior del juguete. El primero que lograra sacar su moneda y después las de otro u otros compañeros era el ganador.

            Finalmente, no faltaba quien utilizaba el trompo para hacer un conjunto de suertes como bailarlo y agarrarlo en el aire o ponerlo a bailar en una uña de la mano.

Metras. Con las metras se realizaban diferentes juegos como el hoyito, el rayuelo y el tote y jeme. Sobre cada uno de ellos escribí ampliamente en el libro Frailejón Humo y Neblina, publicado en el año 2000.

Pepas. Es muy probable que este juego sea exclusivo de Pueblo Llano, además, se jugaba únicamente para los días de Semana Santa. Las pepas eran semillas de un árbol llamado parapara o paraparo que crece en las zonas cálidas como Barinas, ciudad desde donde las traían, eran de color negro, más pequeñas y livianas que una metra o canica normal.

            El juego consistía en hacer “burros” en el suelo con ellas, el “burro” consistía de tres pepas juntas en forma de triángulo coronadas con otra encima para formar una especie de pirámide. A una distancia de unos dos metros se colocaban los jugadores y comenzaban a lanzarle pepas al “burro”, el que lograra tumbarlo ganaba las cuatro pepas. Las frases “párame un burro”, “le tumbé el burro” eran muy comunes en esos días.

            A comienzo de semana los niños y jóvenes tenían los bolsillos llenos de las semillas, pero a medida que transcurrían los días aquellas iban perdiendo su valor y el domingo de pascua ya las “echaban de juria”, es decir, las lanzaban al aire para que las tomaran quien quisiera; pero, cuando los niños se arrojaban como locos a recogerlas, los mayores les lanzaban “pepazos” a diestra y siniestra. Como vemos, el juego terminaba con mucha violencia, varios niños salían con sus pepas recogidas pero muy adoloridos.

            Había otra forma de jugar pepas y era con la perinola de Enemesio, se trataba de una especie de dado lanzado por el personaje y los niños hacían sus apuestas, el ganador se llevaba todo con excepción  de la “cancha” o el impuesto que le quedaba al dueño del juego. Sobre Enemesio y este juego hablamos con detalle en el libro citado, Frailejón Humo y Neblina.

Coronita o carreto. Era un juego que también se practicaba en Semana Santa, pero para los años 60 ya había entrado en decadencia por lo tanto se dificulta describirlo, en él participaban varios jugadores, utilizaban cada uno una esfera de madera, más grande que una metra, de fabricación artesanal; la  misma era lanzada a su respectivo carreto (carrete de madera) que tenía una moneda encima (coronita), el jugador que quedaba más cerca empujaba la metra con la uña del pulgar para tumbar la coronita (moneda), en caso de hacerlo ganaba un premio mayor, si tumbaba solo el carreto tenía oportunidad de dirigirse al del contrincante más cercano para efectuar el mismo procedimiento. Si cada jugador tumbaba su propio carreto el juego se declaraba empate y se volvía a comenzar.  Mi sorpresa cuando niño fue ver a dos adultos, pasados de cincuenta años, jugando coronita, se trataba de don Amador Paredes Tapia y el Dr. Nicolas de Tolentino Paredes, seguramente lo hacían a manera de juerga, para recordar sus años de infancia.

 

Rafael Ramón Santiago

Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano