lunes, 7 de septiembre de 2020

Manifestaciones Colectivas




CAYAPAS, CONVITES, MANO VUELTA Y TRUEQUE.


Cayapa para la construcción de una vivienda
           
            Las relaciones sociales y de trabajo de nuestros antepasados estaban enmarcadas dentro de un sistema de ayuda mutua donde se ponía de manifiesto la amistad, la cooperación y el bien común.
            Hemos escuchado anécdotas de varios informantes y visto con nuestros propios ojos algunas actividades que reafirman lo antes expresado. En primer lugar vamos a hablar del convenio de trabajo denominado Convite.
            El Convite generalmente era una invitación de parte del dueño de una gran siembra para poder realizar la cosecha, ya fuese de papas, arvejas, trigo u otro rubro. Los convites más recordados en Pueblo Llano eran los que se hacían para la siega, trilla y polveo del trigo. Los familiares, amigos y vecinos acudían a la faena con la convicción de que aquello, más que un trabajo, era una fiesta. La actividad se realizaba con entusiasmo, alegría y se entonaban algunos cánticos, que lamentablemente se perdieron y no se pudieron recoger por escrito. Los invitados no recibían dinero por su participación, pero la comida que se servía era abundante, generalmente se beneficiaba un carnero o una res para estos días, no podía faltar la chica y los tragos de aguardiente al final de cada jornada. Cuando el trabajo quedaba listo venía la denominada “acabada”, donde los asistentes recibían alguna parte del producto cosechado, se libaba chicha y aguardiente y en algunas ocasiones se terminaba con bailes, donde no faltaban las riñas debido a los efectos producidos por el licor.
            La Cayapa no se diferenciaba mucho del Convite, solo que la expresión “caerle todos en cayapa” significaba que, con la participación de la mayoría, el trabajo se haría en poco tiempo. La cayapa estaba referida fundamentalmente cuando se trataba de ejecutar una obra para el bien de la comunidad. Los informantes recuerdan las cayapas que se hicieron cuando se construyó la capilla de la Santísima Trinidad, y las tapias para cercar el cementerio, a mediados del siglo XX y más recientemente en la construcción del Templo Parroquial culminado en 1997. De igual manera, para el dos de noviembre de cada año se acostumbraba hacer sonar una lata de zinc en la meseta del cementerio con la finalidad de invitar a los pobladores para que acudieran a desyerbar y limpiar los túmulos de sus deudos. También está muy fresca en la mente de los pobladores la famosa cayapa que se hizo para traer la primera planta eléctrica desde la vecina población de Timotes a comienzo de la década de los años 40 del siglo XX, donde tuvieron que cruzar un largo páramo, por caminos estrechos e inclinados, pasando cientos de dificultades, pero gracias al tesón y a la voluntad de todos los habitantes, capitaneados por el señor Balbino Paredes, un líder nato de la comunidad, se logró llevar a feliz término esta empresa y el pueblo pudo contar con luz eléctrica por primera vez.
Cayapa para construir el Templo, 1996.

Cayapa para rescatar una piedra de molino
            La Mano Vuelta generalmente era un trato que se hacía entre dos personas que sembraban pequeños conucos, donde uno de ellos acudía a ayudar en las labores agrícolas o de otra índole a un familiar, vecino o amigo y luego esa persona le retribuía el trabajo con otra actividad y tiempo similar en el momento de ser requerido.
            La escasez de dinero siempre fue una constante en la mayoría de nuestros paisanos desde el tiempo de la Colonia hasta muy entrado el siglo XX, para solventar esta dificultad se acudía al trueque. Siendo niño presencié como mucha regularidad ésta práctica en mi hogar. Llegaban señoras con un zapallo para cambiarlo por un pocillo de café en polvo, con unos cuantos huevos para trocarlos por mazorcas de maíz o un canasto de papas por una taza de caraotas, etc. Casi nunca llegaba la gente a pedir o prestar, siempre se presentaba con algo en la mano para el trueque que en realidad era más simbólico que equitativo.
            Pero, más que las relaciones comerciales o de trabajo, estaban las actividades sociales, humanitarias y de amistad. Era muy común ver que al momento de beneficiarse un animal en un hogar, ya fuese una res, un cochino o un carnero, se estilaba llevar una porción de carne a los vecinos y amigos más cercanos. Cuando había un enfermo en el vecindario acudían a visitarlo y a ayudar en todo lo que estuviera al alcance para su pronta mejoría, lo mismo sucedía cuando alguien fallecía, se presentaban con presteza a arreglar el altar para el velatorio, a abrir la fosa para la sepultura, a elaborar la comida para los visitantes o a rezar por la salvación del alma del difunto.
           

Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano