El CATAURE
Imagen cortesía de Antonio Ramírez.
En los libros de las cofradías que existían en
Pueblo Llano durante el siglo XVIII, dedicadas al Santísimo Sacramento y
Nuestra Señora del Rosario, encontramos que en los días señalado para las
conmemoraciones respectivas los indígenas desfilaban ante la puerta de la
iglesia para dar sus contribuciones al señor cura, consistentes en papas,
gallinas, petacas, cataures, fique, entre otros productos de la tierra,
con el fin de poder contribuir con los gastos de las festividades y la
estabilidad de la corporación.
Nos referiremos en esta oportunidad
al objeto denominado cataure, ya desaparecido de la memoria de la
mayoría de nuestros paisanos. Según el investigador Julio César Salas, se trata
de una cesta hecha de fibra de vegetales, cuyo nombre proviene de la lengua
chama que denominaban catabre1.
Por su parte, el investigador
Lisandro Alvarado escribe: “Cataure.
Cesto, canasto. - ‘Cataure es un zesto en que meten su ajuar (los indios)’
(Relac. Geog.,III, 80.- ‘Catauros, que son a manera de zestas’…”2. El escritor Gonzalo Picón Febres agregaba: “Cataure,
parece voz indígena de nuestra Cordillera, y significa manare. También le dicen
catabre, que es como variación de lo que parece voz indígena. (Seis meses
después de escrito lo anterior, hallo en Cuervo a cataure, catabre y catauro,
provenientes del catáoli, caribe)3.
Además de este objeto utilitario, por estos lugares hay un cerro que también lleva éste nombre y sirve como hito en los límites que dividen los municipios Pueblo Llano y Cardenal Quintero, así tenemos que: “…Por el Sur: el Municipio Cardenal Quintero, partiendo de la desembocadura de la quebrada Santa Filomena en el río Pueblo Llano, se sigue aguas arriba por esta quebrada hasta la cabecera de El Carrizal, en línea recta hasta El Cespedal, continuando en dirección suroeste, buscando el alto de la Escalera, pasando por la loma del Quique y por la cabecera del zanjón de La Sucia, se llega al alto de Las Lomas Largas(N984000-E317200). Se baja por el zanjón Hondo del Cabuyal, en Las Cuevitas, desde aquí en dirección noroeste a la cabecera del Hoyo, hasta el pico El Cataure”4.
Aparte de ser buenos agricultores, los naturales de Pueblo Llano y
sitios aledaños eran expertos en el tejido de petacas de caña, manares, cataures,
mapires y canastos; arte que utilizaron posteriormente los encomenderos para múltiples
usos. Son varias las referencias encontradas en diferentes fuentes documentales
donde se hace mención a la cestería de este pueblo. Al respecto Julio César
Salas expresa: “...Sabían los indios de la Cordillera de Mérida tejer
y trenzar la paja, caña y ciertos bejucos o fibras, de que hacían tanto Mucus
como Cuicas, cestas de varias clases y formas, desde el mapire grande de ojos
fabricado con el resistente bejuco millo (Clemates odorata), que les servía
para cosechar o conuquear verduras y maíces, hasta las cestitas primorosas de
fina médula de tampaco (Clussia rossea) de los Mucus y las preciadas de pajas
de colores que aún se tejen por los descendientes de los Cuicas de
Trujillo. Los timotes de Santo Domingo y Pueblo Llano tejían petacas grandes de
caña, manares y mapires, cuya industria subsistió durante la colonia…”5.
El mayor auge de la industria de la cestería en el lugar se
desarrolló a finales del siglo XVI y comienzos del XVII cuando los objetos
elaborados por los indígenas fueron utilizados para embalar las hojas de tabaco
traídas desde Barinas, pasando por el camino de Los Callejones, para luego ser
llevadas al puerto de Gibraltar y Moporo en el lago de Maracaibo a través del
páramo de Mucubají, donde, una vez embarcadas, eran enviadas finalmente a
Europa. Al respecto escribe Mercedes Ruiz Tirado: “...Por otra parte, en
aquellos lugares (Santo Domingo y Las Piedras) se fabricaban las petacas y lías
utilizadas para empacar (el tabaco); se sabe, por ejemplo, que los indios de
Pueblo Llano solían pagar sus demoras a los encomenderos en petacas de caña
blanca (gynerium sagiltatum BEAUV?) y ternos de petaquitas. También conviene
señalar que hay indicios para pensar que en estas poblaciones se realizaba el
proceso de embalaje definitivo de la hoja...”6.
En el siglo XVII hay igualmente varias referencias de la industria
cestera aludida, así lo expresa Basilio Vicente de Oviedo en 1761: “...Tendrá
el pueblo de Santo Domingo 100 indios y 50, poco menos, vecinos blancos;
produce muchas turmas y maíz; los indios fabrican muchas petacas y petaquitas,
labradas, que es su trato. Tiene unos y otros indios y vecinos muchos ganados
vacunos y yegüerizos, y estos indios son muy acomodados, según su esfera.
Pueblo Llano tendrá 70 indios y 25 vecinos. Producen los mismos frutos y
ganados que el otro pueblo, y fabrican también petacas…”7.
Una referencia más se encuentra en el libro de las Cofradías del
Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Rosario de Pueblo Llano, fechado el
14 de julio de 1766 donde hay un acta elaborada por el Dr. don Pedro Ángel de
Angulo, cura doctrinero del pueblo, en la cual informa sobre “...la limosna
recogida de veintitrés pesos en petacas, cataures y fiques, los
cuales se le entregaron por derechos al Pbro. Angulo y lo que le faltó
lo cobraría a los vecinos…”8.
Para completar esta descripción sobre la cestería en Pueblo Llano
no puedo dejar de mencionar mi experiencia personal: siendo niño y después adolescente
en los años sesenta del siglo XX, recuerdo que utilizábamos petacas para
guardar ropa, mapires o canastos hechos de bejucos para recoger papas y maíz,
petaquitas de caña para llevar arepas, quesos y otros alimentos hasta los
barbechos donde trabajaban obreros en labores agrícolas. En el año 1996 logré
entrevistar a una familia de la Loma de Minaró en el caserío La Culata
de Pueblo Llano (con rasgos indígenas prácticamente nulos) quienes venían
fabricando cestas desde hacía varias generaciones9, prueba fehaciente
de que la industria de la cestería, a pesar del mestizaje, siempre ha estado
presente en las actividades de los pueblollaneros.
Rafael Ramón Santiago
Cronista oficial de Pueblo Llano
(16/08/25).
Notas:
(1) Julio
CESAR SALAS. Tierra Firme (Venezuela y Colombia). Estudios sobre
Etnología e Historia. Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y
Educación, Mérida, Venezuela, 1971. p. 279.
(2) Lisandro
ALVARADO. Obras Completas. Volumen I. Casa de Bello. Caracas, Venezuela,
1984. p. 115.
(3) Gonzalo PICON FEBRES. Libro raro.
Tercera Edición. Biblioteca de Temas y Autores Merideños., Mérida, Venezuela,
1964. p. 85.
(4) Gaceta Oficial del estado Mérida, Año XCII.
Número Extraordinario. Mérida. 15 de enero de 1992. (resaltados nuestros)
(5) Julio
CESAR SALAS. Etnografía de Venezuela. (Estados Mérida, Trujillo y Táchira).
Los aborígenes de la cordillera de los Andes. Talleres Gráficos de la
Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. p. 119.
(6) Mercedes RUIZ TIRADO: Tabaco y Sociedad en Barinas. Siglo XVII.
Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones, Mérida, 2000. p. 268.
(7) Basilio Vicente de OVIEDO: Cualidades y Riquezas del Nuevo
Reino de Granada. Biblioteca de Historia Nacional. Volumen XLV. Imprenta
Nacional, Bogotá, 1930. p. 209.
(8) Archivo Arquidiocesano de Mérida. Catálogo de los Libros de la
Parroquia Santísima Trinidad de Pueblo Llano (Inédito), Mérida 1991. p.
134.
(9) Rafael Ramón SANTIAGO: Raíces Culturales de Pueblo Llano,
Crónicas. Alcaldía del Municipio Pueblo Llano, 2007. “Tejedoras de
Sueños y cestas en la Loma de Minaró” p. 31.
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