DON JOSE DE LA CRUZ
ALARCON RONDON, OTRO LIBRO QUE SE NOS CIERRA
Hoy 22 de junio de
2024 cerró sus ojos para siempre nuestro entrañable amigo y paisano don José de
La Cruz Alarcón Rondón después de una fructífera, provechosa y larga vida, pues
estuvo con nosotros en este mundo durante casi 103 años, había nacido el 14 de
septiembre de 1921.
Haber transitado por
la vida durante todo este tiempo, dejando huellas positivas y fecundas en todo
el camino recorrido, expresadas en lecciones de rectitud, responsabilidad,
solidaridad, trabajo y honradez, son motivo para estar agradecidos con Dios y
orgullosos de haber compartido su amistad y sus enseñanzas.
Don José de La Cruz o
Crucito como le decían cariñosamente sus amigos, nació en el caserío Miyoy Alto
del municipio Pueblo Llano en la fecha arriba señalada, era hijo del señor
Claudio Alarcón, natural del caserío El Conejo de la parroquia Las Piedras,
perteneciente al actual municipio Cardenal Quintero y de la señora María de Los
Reyes Ortiz, oriunda del caserío Miyoy de Pueblo Llano, por lo que el segundo
apellido de don Cruz debía ser Ortiz y no Rondón, pero por estas equivocaciones
muy comunes de algunos funcionarios públicos de la época lo asentaron con este
segundo apellido y así figuró después en su cédula.
El destino de los niños nacidos de aquella época era el de integrarse a las labores agrícolas que practicaban sus padres, como la siembra de papas, maíz, trigo, arvejas y otros rubros. No obstante, don Claudio apreció en él, desde un comienzo, su buena memoria y sus deseos de aprender, razón por la cual lo inscribió en la escuela de varones que regentaba el distinguido maestro Rosendo Ramón Pérez, en 1929, cursando los tres años que duraba la escolaridad en estas escuelas unitarias, sirviéndole de mucho provecho en el futuro, pues gracias a esta formación pudo desempeñarse como funcionario público durante gran parte de su vida.
Contrajo nupcias con
la señora Olimpia del Carmen Santiago, el 15 de diciembre de 1955, procreando
siete hijos que lo acompañaron durante toda su existencia y lo han premiado con
una gran descendencia que se prolonga en el tiempo, llevando consigo todos los
valores cultivados en el hogar.
Contaba con veintiún
años cuando es nombrado comisario del caserío Miyoy durante seis años, un
trabajo ad honores y de mucha responsabilidad, pues, estaba a su cargo la
búsqueda del personal para la limpieza de caminos y quebradas, resolver
pequeñas rencillas entre los vecinos y el desagradable oficio de ayudar a
reclutar jóvenes para el servicio militar obligatorio.
Después se desempeñó
durante tres años como recaudador de rentas de la Junta Comunal del municipio,
otro trabajo nada fácil debido a la renuencia de los vecinos para pagar los
servicios públicos como el agua y la luz.
Finalmente, en 1960 entró a trabajar como secretario de la prefectura de Pueblo Llano, donde ejerció su oficio con pulcritud y responsabilidad, atendiendo con afabilidad y respeto a las personas que llegaban a solicitar sus servicios en el asentamiento de partidas de nacimientos, matrimonios, defunciones, inscripciones para el servicio militar, denuncias y otros servicios que dejaba plasmado en los libros con una letra bien hecha, legible y excelente caligrafía por la que recibió el apodo de sus paisanos como “la pluma de oro”.
Mientras ejercía el
oficio de secretario en la prefectura se desempeñaba como juez el distinguido
maestro Manuel Molina Ibisate, quien también apreció en él aquel envidiable
talento para memorizar fechas, eventos y el contenido de varios párrafos. Don
Manuel le preparó un escrito de varias cuartillas con un resumen de los
aspectos históricos, geográficos y demográficos del municipio, allí estaba la
temperatura promedio, la altitud, los ríos y quebradas, lagunas, puentes,
número de habitantes, nombres de las calles, producción agrícola, en fin, una
información muy completa para cuando llegara al pueblo un funcionario público,
un turista o cualquier persona interesada en conocer aspectos importantes de
Pueblo Llano. Don Cruz se aprendió de memoria toda aquella información y prueba
de ello fue el día que me la recitó completa, veinte años después de aquel
encargo.
Recuerdo una anécdota
muy lamentable que le tocó vivir en el año 1963, en plena campaña presidencial,
cuando ocurrió una tragedia en el pueblo. El prefecto para el cual él trabajaba
asesinó de varios balazos a un cuñado suyo, un hermano de su esposa, que vivía
en La Vega de Chinó. Aquel hecho conmocionó a todos los ciudadanos de la época.
La prefectura quedó bajo la responsabilidad de don José de La Cruz quien, con
objetividad, serenidad y valentía supo llevar adelante sus obligaciones
mientras se nombraba un nuevo prefecto. La Guardia Nacional resguardaba el
recinto porque los tres policías que estaban allí destinados también estaban
presuntamente implicados en el crimen.
Don Cruz ha sido un
hombre que, al igual a los de su generación, se ha preocupado por el adelanto
de su municipio y entre sus logros podemos destacar su participación en la
traída a hombros por la cordillera de la planta eléctrica desde Timotes y como
cofundador de la Cooperativa Agrícola La Trinidad, por citar solo dos eventos.
En 1978 nuestro biografiado obtuvo su merecida jubilación de la administración pública, pero siguió desempeñándose como agricultor, cultivando las tierras aledañas a su hogar mientras sus fuerzas físicas se lo permitieron, allí lo conseguíamos siempre que íbamos a visitarlo. Actividad que supo combinar con sus dotes de cronista de la familia y la comunidad, pues cuando se pierde en el tiempo el nombre de un abuelo, de un evento importante, de un desastre natural, de la ascendencia de alguna familia, todos acudíamos a él para abrevar de su buena memoria, quien con calma y detalles iba narrando la información requerida.
La amistad con don
José de La Cruz se incrementó gracias a las referencias que me hizo su hijo
Cornelio donde me ponderaba de la buena memoria de su padre y de la cantidad de
anécdotas, cuentos y leyendas que conocía sobre Pueblo Llano. Efectivamente, Cornelio
me acompañó hasta Miyoy Alto en 1978 y allá lo encontramos con un garabato en
la mano, en medio del surco, cosechando papas. Hizo un alto en la jornada y
comenzó a hablarme sobre La Locaina del Niño Jesús que era el tema que estaba
investigando para la elaboración del libro La Locaina y otras tradiciones de
Pueblo Llano, publicado en 1990. De allí en adelante, cada vez que podía
iba hasta su casa para mantener una conversación amena sobre ese pasado de
Pueblo Llano que tanto nos emocionaba. Aprendí, con el resto de su familia,
vecinos y amigos a valorar su buena memoria, su caballerosidad, su don de
gentes y humildad en el trato. Paz a su alma.
Rafael
Ramón Santiago.
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano.
22/06/24.
Imagen suministradas por Vicente Paredes.
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