José Antonio Jerez Jerez
La familia Jerez ha
estado presente en Pueblo Llano desde finales del siglo XVII, el primer
representante de ella fue Don Antonio Jerez y Ariza, casado con Gertrudis
Calderón de la Barca, hermana del cura doctrinero de los indígenas de Pueblo
Llano, Victorino Calderón de la Barca. La pareja se radicó en La Culata,
posesión que recibieron como herencia dejada por el sacerdote.
En 1737 se
encuentra José Ignacio Javier y Ariza en Pueblo Llano, se desconoce si era hijo
o hermano del anterior.
A finales del siglo
XVIII hay varias familias con el apellido Jerez, no se sabe si son parientes de
los anteriores o fue otra rama lejana del apellido que llegó para esos años. La
mayoría de los Jerez de esos tiempos se unía en matrimonio con personas de
apellido Becerra. Entre ellos estaban Domingo Jerez, casado con María Casilda
Becerra, ambos fueron padres de Margarita nacida el 08 de febrero de 1796,
Francisco en 1798 y Marcelina en 1800.
Margarita fue madre
de Ramón Jerez, quien nació en Pueblo Llano en 1822 y murió en el mismo pueblo
el 28 de agosto de 1904. Ramón casó con María Ana de Gracia Jerez y fueron los
padres de Julia, Micaela, Cosme, Damián, Francisco, Domitila, Ramón y José
Antonio.
José
Antonio Jerez Jerez nació en Pueblo Llano el 13 de junio de 1880, pasó su
niñez y juventud en La Culata
desempeñando labores agrícolas y de cría con sus padres y hermanos. Cuando llegaba la época de trillar el trigo
lo llevaban hasta Mutús donde era trillado en una máquina que tenía Saturnino
Ortiz.
Al
contar con 32 años decide contraer nupcias con Doña Josefa Valero Moreno, hija
de Rafael Valero y Rosa Moreno, el matrimonio se efectuó en Pueblo Llano el 26
de octubre de 1912. Luego, tomaron como residencia el caserío La Quinta de la
Parroquia Las Piedras, actual municipio Cardenal Quintero, del estado Mérida,
allí nacieron sus hijos: Rosa Eladia, Humberto, Betilde, Sara, Ernesto y Elio.
Los
esposos Jerez Valero se esmeraron por brindar una excelente educación a sus
hijos, comenzando desde el hogar, donde
los valores católicos, el respeto, el amor al trabajo y la lectura siempre
estuvieron presentes. De este hogar campesino surgieron dos grandes poetas:
Ernesto y Elio, cuyas obras literarias, rebosantes de lirismo y arte puro han
sido elogiadas dentro y fuera del país.
En cuanto a su actividad
literaria escribió los siguientes libros: Una
noche en la tierra, Gritos incontenibles, biografía del olvido, Esto dijo el
caminante, La soledad del hombre, Los trigales difuntos, Quiso Dios que así
fuera, El diario de un parameño, Del Génesis, Rutas estivales, Poema a Mérida
y Silva al Páramo.
El escritor Lubio Cardozo
describe la evolución de la poesía de Ernesto: al respecto nos dice que el
primer ciclo de su meditación poética quedó registrado fundamentalmente en tres
libros, Grito Incontenible (1954), La Soledad del hombre (1956) y Los Trigales difuntos (1960), opúsculos signados por una poesía del
dolor del hombre avasallado por la injusticia y la miseria de la condición
humana en esos años difíciles de la dictadura, sobre todo para las personas de
condición humilde pero con sentido de la libertad y de la dignidad de
ciudadanos.
“Dios te salve en tu choza; en la vereda
altanera
y sin nombre que has construido
con
la dulce constancia de tu brazo;
en
el vuelo sonámbulo del águila
que
tiñe de alas los peñascos
y
de signos rebeldes tus miradas;
en
la savia perenne que destilas
y
demacra tu rostro hasta borrarlo;
en
la calle sombría donde te encuentro
exacto
y libre siempre; en el olvido
de
todos los ultrajes, que han llenado
de
infinito perdón tu alma sencilla;
en
el cuarto caliente de la fábrica
donde
dejas tu vida; en el hambre
tuya,
de tus hermanos, de tus hijos
y
de todos aquellos que conoces;
en
el agrio silencio de la cárcel,
y
en la “viva” que asumen sus paredes;
en
la frase inmoral que no pronuncias
para
hacerla más amplia en tu silencio
contigo
estaré siempre, mutilado
la
muerte que te acosa, con mi lámpara
en
perenne vigilia, acompañándote
hasta
el día que tú quieras, sin cansarme” (Del Poemario Grito Incontenible. Fragmento del poema Promesa en piedra eterna)
En los años sesenta, en el
poeta se da un retorno existencial profundo a su geografía nativa, y es ésta,
con su paisaje, sus hombres, sus problemas, la saga familiar, la conformante
del segundo gran ciclo de su pensamiento lírico. Dos libros importantes en este
periodo son Del génesis (1962). Luego
en su otro opúsculo, Del diario de un
parameño (1964), se desarrolla la saga del poeta, inmersa en ese continente
de montaña, nieblas, frío, frailejones, y la historia de estos hombres del
páramo.
“Es
hora de esquilar
una
a una las ovejas que pueblan nuestros páramos,
el
trigo ya está libre de malezas
y
la hoz
tiene
significado de abundancia,
la
era, quiere sentir el peso de la espiga,
hay
viento y sol para empezar la parva,
el
granero palpita,
el
agua es abundante,
la
piedra del molino está dispuesta
para
que de su amor salgan el pan
y
la hostia,
el
alba quiere oírse en los manojos,
la
lluvia concluyó su manuscrito
en
el cual hay un río que se ha estancado
y
represa sus aguas en un valle
donde
pastan retama los corderos,
perdiéndose
el quicuyo en mis labranzas”.(Poemario: Del diario de un parameño. Poema: Plenitud).
El poeta Ernesto fue
miembro, desde 1957, de la Asociación de Escritores de Venezuela. Miembro
fundador del Ateneo de Valera, estado Trujillo, miembro del Ateneo de Valencia,
estado Carabobo e Individuo de Número del Centro de Historia del estado Mérida.
En el campo laboral se
desempeñó como jefe de la Región Los Andes y de la Región Zuliana de CADAFE y
durante muchos años se dedicó a las actividades agropecuarias en su finca Guzmán en Pueblo Llano y en El Valle,
municipio Libertador del estado Mérida, actividades en las cuales, según lo
manifestaba frecuentemente, se sentía a plenitud.
Ernesto Jerez Valero murió
en la ciudad de Mérida el 9 de julio del 2006.
Ernesto Jerez Valero
Elio Jerez Valero. Cinco años menor que su hermano Ernesto, también nació en Las Piedras,
el 6 de abril de 1928.
Sus
primeros años en el hogar paterno, su niñez y juventud la va describiendo
magistralmente en sus poemas. La mayor parte de su vida transcurrió en la
ciudad de San Cristóbal, estado Táchira. Se desempeñó como Productor de
Seguros, actividad que lo llevó a recorrer casi todo el país.
En el
campo literario dio a la luz los siguientes libros: De niebla a nube, A sangre y fuego, Piedra sobre piedra, Elegía a mí
mismo, Tiempo de elegía, Sonetos cristianos, Aries, De sol a sol, Elegía en
llanto, Soñares, Perfiles en el tiempo, Íngrima soledad y Plegaria para redimir
la oscuridad, que luego fueron recogidos en Hasta el sol de hoy, que viene a ser como sus obras completas.
Sobre
su poesía opina el crítico Córdova Iturburo de Argentina “Elio Jerez Valero le ha dado a la décima el brillo de sus mejores
tiempos de la historia de la literatura. Y la ha dotado, además, de un acento
actual de nuestros días. La ha hecho instrumento, asimismo, de un espíritu en
el que vibran los sentimientos fundamentales que enajenan al hombre ante los
misterios de la vida, del amor y la muerte”.
Por su
parte Marco Ramírez Murzi apuntaba en la Revista Equinoccio, editada en
Caracas: “Entrañado en la tierra,
desolado, redimido en el amor, místico y turbulento, luctuoso y profundo,
albacea de la tristeza de América Hispana, Elio Jerez Valero debería estar al
lado de Miguel Hernández, e Porfirio Barba Jacob y e César Vallejo”.
En el
poemario Piedra sobre piedra hace
alusión a su niñez y al lugar donde nació en el poema La Quinta:
“…La casa silabeando mis primeros palotes de
tristeza
en la caliza de sus paredes neblinosas.
Los tres sauces
santiguando con sus huesudas ramas mi niñez
y el páramo a lo alto
con su enorme paragua de luceros.
La llamaban La Quinta
Era una casa humilde.
En sus umbrales anda, como pez herido,
mi Melancolía.
Aún.
En el
poemario Íngrima soledad recuerda en
dos poemas a su maestro y a su pueblo natal, Las Piedras.
Don
Pablo Moreno
Recuerdo a mi Maestro en la ternura
de las cumbres remotas de la infancia:
Patriarcal y severa su presencia,
erguida como un sauce su figura.
El don de su expresión frente a la albura
de la silvestre flor de mi ignorancia
lo evoco ante el candil de la distancia
como ejemplo que en símbolo perdura.
Su sombra iluminaba al pueblo entonces,
el cual, con el repique de altos bronces,
echaba a andar el júbilo del día.
Mientras bajo el fervor de su silueta
mis primeros palotes de poeta
en las tapias del páramo escribía.
Las
Piedras
Lumbre del corazón: Cirio encendido
en el altar ferviente de la infancia.
Belén en el paisaje y la distancia
y en la memoria: huerto bien florido.
El Pan de Azúcar a sus pies erguido
lo custodia con celo y fiel constancia
bajo cuya amorosa vigilancia
vive sobreviviendo del olvido.
A su paso bucólico errante
el viento, impenitente caminante,
las fábulas del páramo le entrega.
Las Piedras, añorado pueblo mío
en tu terruño de apacible frío
desanda a tientas mi niñez labriega.
Elio
Jerez Valero murió el 24 de noviembre de 1999, en San Cristóbal, Estado
Táchira, ciudad donde desarrolló la mayor parte de su actividad creadora.
Elio Jerez Valero
Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano
Grandes poetas de la vida andina venezolana,mi abuelo y mi tio abuelo Elio.
ResponderBorrarQue hermosa lectura. Agradezco este pequeño homenaje a mi abuelo Elio, (nombre de mi hijo menor), también a mi tío abuelo Ernesto. Humberto ( otro tío abuelo mencionado, a quien no conocí).
ResponderBorrarNo menos especiales mis tías abuelas (a quienes si conocí) y guardo especial recuerdo: Sara, Rosa y Betilde, esta última me deja en herencia, en vida, un cuadro de familia de la Virgen del Carmen.
Siempre que puedo les visito en el cementerio de Las Piedras, donde descansan casi todos.
Luis D. O. Jerez.
fueron mis primos, hijos de mi tía Josefa, hermana de mi abuelo. Los conocí a todos, compartimos momentos familiares mucho en su casa en Santo Domingo. primos hermanos de mi papá. Cuanto les escuchamos declamar, sobretodo a Elio....a ambos los vi hasta sus últimos tiempos....oh, que recuerdos
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