Apuestas en diciembre
La apuesta, según la define el Diccionario de la Real Academia
Española es el “convenio por el cual deciden varias personas que la que acierte
o tenga razón en algo recibirá de las
demás una cantidad de dinero u otra
cosa”.
Ha sido una
costumbre mantenido durante siglos, por lo menos en los Andes venezolanos de
realizar apuestas los primeros días del mes de diciembre, hasta el 24 del mismo
mes.
Entre las
apuestas que más recordamos de nuestros años infantiles en Pueblo Llano están
las siguientes:
Palito en boca. Los involucrados acordaban
que cada uno de ellos tenía que llevar todo el tiempo un palillo o algo
parecido en la boca. Cuando un jugador se encontraba con el otro en cualquier lugar
inmediatamente le decía: ¡palito en boca!, de no tenerlo, perdía, desde luego,
el que inquiría también tenía que llevarlo. Se apostaba dinero.
Hablar y no
contestar. Las reglas eran similares a las
anteriores, al encontrarse los apostadores, el primero que hablaba le lanzaba
todo tipo de preguntas al otro, pero éste no debía contestar para no perder. En
realidad, la apuesta no era muy agradable porque si se trataba de buenos amigos
pasaban casi todo el mes del alegre diciembre sin hablarse.
Dar y no recibir. Uno de los apostadores intentaba darle algo al otro por sorpresa,
si lo recibía perdía la apuesta.
Estatua. El primero que veía a su contrincante, inclusive desde lejos, le
gritaba ¡estatua!, el jugador tenía que quedarse inmóvil en el sitio hasta que
su ejecutor se antojara de liberarlo. Menos mal que en aquellos años el tráfico
era prácticamente nulo, de lo contrario hubiese sido un juego extremadamente
peligroso.
Híncate cotín,
párate cotón. Era muy parecido al anterior,
pero el jugador le gritaba a su oponente ¡híncate cotín! , y este tenía que
arrodillarse en ese lugar donde estaba y así lo tenía por el tiempo que
quisiese, hasta que finalmente le ordenaba: ¡párate cotón!
Al igual que los anteriores, este
era un juego de rapidez, de viveza, de tratar de ser el primero en ordenar al
otro cumplir con el trato. Generalmente se perdía la apuesta más por fastidio
que por otra cosa.
Beso robado. Era una apuesta diferente a las anteriores, la preferida de los
jóvenes. Tenía que ser entre un hombre y una mujer, normalmente que se tuvieran
mucha confianza o que se gustasen. Consistía en sorprender al otro que
estuviese descuidado y robarle un beso o darle un beso en la mejilla.
Generalmente los varones eran los que llevaban la iniciativa, siempre resultaban
muchos enamoramientos con esta apuesta. En aquella época no se acostumbraba
saludar con un beso en la mejilla como ahora.
Pedir mis
aguinaldos. Aunque no era una apuesta con las
características anteriores, tenía gran parecido, estaba tácito que todo el pueblo
participaba, personas de todas las edades. Cuando llegaba la novena de
aguinaldos, al encontrarse dos individuos, el primero que hablaba le pedía “los
aguinaldos” al segundo, este último se consideraba perdedor y le correspondía
pagar con un café, un dulce o cualquier otra cosa.
Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano
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