CAYAPAS, CONVITES, MANO VUELTA Y TRUEQUE.
Cayapa para la construcción de una vivienda
Las relaciones
sociales y de trabajo de nuestros antepasados estaban enmarcadas dentro de un
sistema de ayuda mutua donde se ponía de manifiesto la amistad, la cooperación
y el bien común.
Hemos escuchado anécdotas
de varios informantes y visto con nuestros propios ojos algunas actividades que
reafirman lo antes expresado. En primer lugar vamos a hablar del convenio de
trabajo denominado Convite.
El Convite
generalmente era una invitación de parte del dueño de una gran siembra para
poder realizar la cosecha, ya fuese de papas, arvejas, trigo u otro rubro. Los
convites más recordados en Pueblo Llano eran los que se hacían para la siega,
trilla y polveo del trigo. Los familiares, amigos y vecinos acudían a la faena
con la convicción de que aquello, más que un trabajo, era una fiesta. La
actividad se realizaba con entusiasmo, alegría y se entonaban algunos cánticos,
que lamentablemente se perdieron y no se pudieron recoger por escrito. Los
invitados no recibían dinero por su participación, pero la comida que se servía
era abundante, generalmente se beneficiaba un carnero o una res para estos
días, no podía faltar la chica y los tragos de aguardiente al final de cada
jornada. Cuando el trabajo quedaba listo venía la denominada “acabada”, donde
los asistentes recibían alguna parte del producto cosechado, se libaba chicha y
aguardiente y en algunas ocasiones se terminaba con bailes, donde no faltaban
las riñas debido a los efectos producidos por el licor.
La Cayapa no se
diferenciaba mucho del Convite, solo que la expresión “caerle todos en cayapa”
significaba que, con la participación de la mayoría, el trabajo se haría en
poco tiempo. La cayapa estaba referida fundamentalmente cuando se trataba de
ejecutar una obra para el bien de la comunidad. Los informantes recuerdan las
cayapas que se hicieron cuando se construyó la capilla de la Santísima
Trinidad, y las tapias para cercar el cementerio, a mediados del siglo XX y más
recientemente en la construcción del Templo Parroquial culminado en 1997. De
igual manera, para el dos de noviembre de cada año se acostumbraba hacer sonar
una lata de zinc en la meseta del cementerio con la finalidad de invitar a los
pobladores para que acudieran a desyerbar y limpiar los túmulos de sus deudos.
También está muy fresca en la mente de los pobladores la famosa cayapa que se
hizo para traer la primera planta eléctrica desde la vecina población de
Timotes a comienzo de la década de los años 40 del siglo XX, donde tuvieron que
cruzar un largo páramo, por caminos estrechos e inclinados, pasando cientos de
dificultades, pero gracias al tesón y a la voluntad de todos los habitantes,
capitaneados por el señor Balbino Paredes, un líder nato de la comunidad, se
logró llevar a feliz término esta empresa y el pueblo pudo contar con luz
eléctrica por primera vez.
Cayapa para construir el Templo, 1996.
Cayapa para rescatar una piedra de molino
La Mano Vuelta
generalmente era un trato que se hacía entre dos personas que sembraban
pequeños conucos, donde uno de ellos acudía a ayudar en las labores agrícolas o
de otra índole a un familiar, vecino o amigo y luego esa persona le retribuía
el trabajo con otra actividad y tiempo similar en el momento de ser requerido.
La escasez de
dinero siempre fue una constante en la mayoría de nuestros paisanos desde el
tiempo de la Colonia hasta muy entrado el siglo XX, para solventar esta
dificultad se acudía al trueque. Siendo niño presencié como mucha regularidad
ésta práctica en mi hogar. Llegaban señoras con un zapallo para cambiarlo por
un pocillo de café en polvo, con unos cuantos huevos para trocarlos por
mazorcas de maíz o un canasto de papas por una taza de caraotas, etc. Casi
nunca llegaba la gente a pedir o prestar, siempre se presentaba con algo en la
mano para el trueque que en realidad era más simbólico que equitativo.
Pero, más que las
relaciones comerciales o de trabajo, estaban las actividades sociales, humanitarias
y de amistad. Era muy común ver que al momento de beneficiarse un animal en un
hogar, ya fuese una res, un cochino o un carnero, se estilaba llevar una
porción de carne a los vecinos y amigos más cercanos. Cuando había un enfermo
en el vecindario acudían a visitarlo y a ayudar en todo lo que estuviera al
alcance para su pronta mejoría, lo mismo sucedía cuando alguien fallecía, se
presentaban con presteza a arreglar el altar para el velatorio, a abrir la fosa
para la sepultura, a elaborar la comida para los visitantes o a rezar por la salvación
del alma del difunto.
Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano