Los Cuadros Vivos en Semana Santa
Aparte de la
rigidez que imponía la Iglesia en los días de la Semana Mayor había
momentos que se recuerdan con nostalgia
por pertenecer a la época de la niñez del que esto escribe, por allá en los
años 1960. Varios hechos marcaban los eventos bíblicos en Pueblo Llano que
representaban la pasión y muerte de Jesús. El primero de ellos era el lavatorio
de los pies el jueves santo, se seleccionaba a un grupo de doce niños que
representaba a los apóstoles para que el sacerdote procediera a lavar sus pies
en un acto de suma humildad. El viernes santo se ponía en escena la
crucifixión. Desde el día anterior se comenzaba a armar el calvario frente al
altar mayor, consistía en una especie de tabique hecho con carruzos y delante
de él la imagen de Cristo crucificado, a los lados siete sirios, con siete
velas encendidas que representaban las siete palabras. Recordamos al mocho
Silvio Paredes quien era el encargado de traer los carruzos para armar el
calvario y a Pedro Meza responsable de ir apagando las velas a medida que el
sacerdote culminaba de leer y comentar cada una de las palabras que pronunció
Jesús en el Monte de la Calavera. Al finalizar la última palabra, venía lo más
terrible, ¡las tinieblas!, apagaban las luces de la iglesia, quemaban morteros
dentro de ella, golpeaban el piso con palos, los niños gritaban y todos
lloraban por el acontecimiento que había ocurrido casi dos siglos antes.
En horas de la
tarde, a Cristo muerto lo llevaban en procesión hasta La Capillita donde pasaba
la noche, pero no estaba solo, las personas se turnaban de dos en dos para
hacer la guardia, con sendas peinillas facilitaran por los policías,
representando el papel de soldados romanos para que no fueran a profanar la
tumba.
El sábado de
resurrección los acontecimientos eran menos trágicos, los hombres bajaban el
sepulcro a hombros por la calle real, las mujeres subían en procesión hasta la
mitad del pueblo a encontrarse con él, y luego, todos juntos bajaban por la
calle cantando la plegaria “Perdona tu pueblo Señor”, para luego depositar el
féretro en la iglesia.
Lo más
emocionante de todo ello era el sábado de gloria, después de la misa de gallo
el sacerdote anunciaba que Jesús había resucitado, lanzaban al aire palomas que
cruzaban varias veces por el templo hasta posarse sobre alguna de las imágenes,
ventana o cualquier otro sitio donde consideraban que estuvieran a salvo.
Mientras tanto, los soldados que cuidaban el sepulcro, en señal de asombro,
tiraban las armas y salían corriendo hasta la salida del templo.
Las
escenificaciones anteriores se mantuvieron por mucho tiempo hasta que el
sacerdote Alejandro Arias decidió en el
año 1971 o 1972 representar con actores locales los momentos más importantes
del calvario de Cristo, apegados más al texto bíblico, denominando a las
escenas los Cuadros Vivos. Tomaron este nombre porque en las iglesias se
colocan cuadros donde se representa las catorce estaciones o momentos de Jesús
desde que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura y se pretendía darle
vida a dichas pinturas con actuaciones en vivo.
Estas
representaciones ya se venían haciendo en otros lugares como en La Parroquia,
cercana a la ciudad de Mérida y con el tiempo se fue difundiendo por casi todos
los pueblos de los Andes, como la vecina población de Santo Domingo.
De los primeros
actores de aquella época recordamos a Máximo Santiago quien representaba a
Cristo y a Eliodoro Santiago, Marcelino Rendón, Emiliano Salcedo, Jesús
Asdrúbal Quintero, Rosendo Salcedo, Cipriano Paredes entre otros, que hacían el papel de
apóstoles; Emilio Paredes representaba a Pilatos y la señora Rosarito González
de Santiago a la esposa de éste, entre otros actores.
De ahí en
adelante se han venido haciendo las representaciones con altos y bajos, la
lluvia ha empañado en algunos momentos los actos, en otras oportunidades ha
sido la falta de sonido o el mal funcionamiento del mismo que no ha permitido un mejor desenvolvimiento
de los actores, en otras más es la falta de ensayo o de innovación en los
guiones que iban poco a poco alejando a los espectadores.
En los últimos
años (en el 2017 se hizo esta crónica), un grupo de jóvenes que suman alrededor
de cuarenta, han asumido las riendas de esta actividad y se esmeran porque no
decaiga, aunque cada días es más difícil cubrir los gastos de sonido,
vestuario, utilería y todo lo que implica un espectáculo como este, si tomamos
en cuenta que las presentaciones han sido en los alrededores de la plaza,
completamente gratuitas.
Rafael Ramón Santiago
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano